««Pensamiento» se usa en Un Curso de Milagros como un sinónimo de Dios, así como nuestra Identidad como Cristo. Por lo tanto, podríamos decir que somos un Pensamiento en la Mente de Dios, que Su Pensamiento nos ha creado como Pensamiento. Por lo tanto, en esta lección se nos pide no negar a Dios, nuestra Fuente, ni negar nuestra Identidad como Su Hijo.
(1) «¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se encuentra más allá de él? ¿Qué otra cosa sino tus pensamientos de aflicción y de muerte ensombrecen la perfecta felicidad y vida eterna que la Voluntad de tu Padre dispone para ti? ¿Y qué otra cosa sino las ilusiones podrían ocultar lo que no puede ser ocultado? ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí?»
Jesús pone toda la responsabilidad en nosotros, ya que es nuestra elección negar la verdad de Quién somos. Elegimos las mentiras del ego porque elegir la verdad significa el final de nuestra individualidad y especialismo. Todo lo que realmente hacemos, sin embargo, es defendernos de algo que no es real. Por lo tanto, Jesús dice: «¿Y qué otra cosa sino las ilusiones podrían ocultar lo que no puede ser ocultado?» No puedes realmente ocultar la verdad porque la verdad «es». Sin embargo, debido a que creemos que podemos, Jesús necesita enseñarnos que el pensamiento de la separación de Dios es ilusorio, al igual que las defensas que empleamos como protección: el pecado, la culpa y el miedo de la mente y el mundo físico.
Su propósito es negar la verdad, protegiendo así aparentemente a nuestro yo. El siguiente pasaje de «La nube de culpabilidad» expone el propósito de la culpabilidad de ocultar el pecado que no existe, cegándonos así a la verdad de la Expiación:
“La culpabilidad te ciega, pues no podrás ver la luz mientras sigas viendo una sola mancha de culpabilidad dentro de ti. Y al proyectarla, el mundo te parecerá tenebroso y estar envuelto en ella. Arrojas un obscuro velo sobre él, y así no lo puedes ver porque no puedes mirar en tu interior. Tienes miedo de lo que verías, pero lo que temes ver no está ahí. Aquello de lo que tienes miedo ha desaparecido. Si mirases en tu interior, verías solamente la Expiación, resplandeciendo serenamente y en paz sobre el altar a tu Padre.” (T-13.IX.7)
La verdad que la culpa ocultaría es esta expresión del principio de Expiación:
(2:1-5) «El Pensamiento de Dios te creó. Y no te ha abandonado, ni tú has estado nunca separado de él ni siquiera por un instante. Te pertenece. Gracias a él vives. Es tu Fuente de vida, pues te mantiene unido a él, y todo es uno contigo porque él jamás te abandonó.»
«Las ideas no abandonan su fuente» – por consiguiente somos un Pensamiento en la Mente de Dios: uno en Él y uno en Cristo. Todo el mundo y todas las cosas que parecen estar separados de nosotros es una ilusión, con el propósito de ocultar la verdad de nuestra inherente unicidad como Pensamiento de Dios:
“El Pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno…No obstante, brillará por toda la eternidad sereno, puro y hermoso. En ningún momento ha dejado de estar allí, ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.” (T-30.III.8:4, 6-7)
Jesús continúa con sus recordatorios tranquilizadores:
(2:6-7) «El Pensamiento de Dios te protege, cuida de ti, hace que tu lecho sea mullido y allana tu camino, al iluminar tu mente con gozo y amor. Tanto la eternidad como la vida eterna refulgen en tu mente porque el Pensamiento de Dios no te ha abandonado y todavía se encuentra en ti.»
Esto suena al principio como un mensaje reconfortante, muy parecidos a aquellos con los que la mayoría de nosotros hemos crecido – el Amor de Dios nos rodea y nos protege de todo daño. Pero ese no es su significado. Más bien, Jesús habla de la Expiación – nunca hemos abandonado a Dios – que nos protege al recordarnos que lo que creemos que es real no lo es; lo que creemos que trae dolor y sufrimiento no existe. El Pensamiento de Dios es, por lo tanto, nuestra protección, felicidad y descanso porque es la verdad – nunca dejamos nuestro hogar en Dios, sino que solo soñamos que nuestro exilio terrenal es real (T-10.I.2: 1). Sin embargo, si permanecemos con el ideal de un niño envuelto en los brazos reconfortantes de nuestro Padre, «siempre» seremos niños y nunca creceremos espiritualmente.
Necesitamos ir más allá de las palabras a su contenido: el Pensamiento de Dios nos protege porque – una vez que elegimos contra los ídolos del especialismo del ego, eligiendo en su lugar el pensamiento amoroso de Dios – su luz desvanece la oscuridad de las ilusiones. En esa elección encontramos nuestra seguridad, mientras continúa el mensaje inspirador de Jesús:
“Más allá de todo ídolo se encuentra el Pensamiento que Dios abriga de ti. Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen, ni por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho Pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios. El Pensamiento que Dios abriga de ti, completamente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar, nunca ha abandonado la Mente de su Creador, al que conoce tal como su Creador sabe que dicho Pensamiento se encuentra en Su Propia Mente.” (T-30.III.10)
(3:1) «¿Quién negaría su seguridad, su paz, su alegría, su curación y tranquilidad de espíritu, así como su sereno descanso y apacible despertar, si reconociese dónde se encuentran?»
Ellos se encuentran en la mente correcta, no en el mundo. Una vez más, nuestra verdadera seguridad – paz, dicha y sanación – no descansa en los brazos amorosos de Dios, reconfortando nuestros cuerpos físicos y psicológicos, sino en la mente correcta que está esperando nuestra decisión correcta. «No hay» seguridad en un mundo de cuerpos. De hecho, estamos seguros precisamente porque nuestra identidad no es física – los pensamientos de culpabilidad son peligrosos solo para los cuerpos (T-21.VIII.1: 1-2) – que el perdón nos recuerda al deshacer nuestra culpabilidad, sin la cual no hay temor de castigo. Esto nos permite recordar nuestra unicidad con nuestra Fuente, porque ya no vemos a nuestro hermano como algo separado de nosotros. Ahora descansamos como uno dentro del arca de seguridad del Espíritu Santo, a la cual somos guiados por Su reinterpretación del propósito del cuerpo del odio al perdón, de la separación a la unidad, del aprisionamiento a la libertad:
“¿Qué sentido tiene buscar refugio en lo que se construyó precisamente para fomentar el peligro y el miedo? ¿Por qué recargarlo con más cerraduras, cadenas o pesadas anclas, cuando su debilidad no reside en ello mismo, sino en la fragilidad de la brecha insubstancial sobre la que se erige? ¿Qué seguridad te puede ofrecer algo que descansa sobre una sombra? ¿Edificarías tu casa sobre algo que pudiera derrumbarse con el peso de una pluma?
Tu hogar está edificado sobre la salud de tu hermano, sobre su felicidad e impecabilidad, así como sobre todo lo que su Padre le prometió. Ningún pacto secreto que hayas hecho en lugar de eso ha estremecido en lo más mínimo los Cimientos de este hogar. El viento podrá soplar sobre él y la lluvia azotarlo, pero sin consecuencia alguna. El mundo será arrastrado, pero este hogar permanecerá en pie para siempre, pues su fuerza no reside sólo en él. Es un arca de seguridad, que descansa sobre la promesa que Dios le hizo a Su Hijo de que él siempre moraría a salvo en Él. ¿Qué brecha podría interponerse entre la seguridad de este refugio y su Fuente? Desde aquí se puede ver al cuerpo como lo que es, sin atribuirle más o menos valor del que tiene como medio para liberar al Hijo de Dios a fin de que pueda regresar a su hogar. Y con este santo propósito se convierte por un tiempo en un hogar de santidad, ya que comparte la Voluntad de tu Padre contigo.” (T-28.VII.6-7)
El pensamiento de perdón reemplaza así los pensamientos de culpa y ataque, y lo que queda es el Pensamiento de Dios, nuestro verdadero Ser.
(3:2-3) «¿No se prepararía de inmediato para salir a su encuentro, abandonando todo lo demás como algo sin valor en comparación? Y una vez que los hubiera encontrado, ¿no se aseguraría de que permanecieran con él y él con ellos?»
El problema es que no somos conscientes de esto. La estrategia del ego nos hace creer que estamos en este mundo, morando en un cuerpo, sin memoria – en realidad, sin deseo de recordar – de que nuestro yo es un pensamiento en la mente. El propósito de Un Curso de Milagros es hacernos comprender, sobre todo, que todo ocurre en la mente – no en el cerebro, el cuerpo o el mundo. Por lo tanto, Jesús nos dice que una vez que seamos conscientes de que la verdadera felicidad radica en la mente, nada nos impedirá ir allí. Sin embargo, tenemos que estar convencidos de que esto es así. Todavía creemos que la dicha y la salvación se encuentran externamente, y mientras lo hagamos, nunca acudiremos a la mente correcta, donde el tomador de decisiones puede corregir su error y elegir el Amor de Dios en lugar del pobre sustituto del ego.
(4:1-2) «No niegues el Cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas.»
«No niegues el Cielo» al pretender que está en el mundo, y no te apartes del recuerdo en tu mente que te llama a casa. Sin embargo, debes querer el Cielo, porque Jesús no puede dártelo. Tienes que pedirle ayuda para darte cuenta de que has estado equivocado sobre todo, y que tu especialismo nunca te ha traído felicidad. Debes aprender que estar con él es lo único que te dará lo que deseas. Es por eso que, como recordarás, Jesús dice que nos necesita tanto como nosotros necesitamos de él (T-8.V.6:10). Él no puede ayudarnos a menos que lo pidamos.
(4:3) «No es necesario tampoco que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de que te llegue.»
Similar a lo que vimos en la última lección, Jesús no está diciendo que tenemos que entender la inmensidad de este regalo, ni estar conscientes de la majestad del Cielo y nuestra gloriosa Identidad como Pensamiento de Dios. Solo necesitamos saber que no estamos contentos aquí y queremos regresar a casa. No conocemos el camino, pero Alguien dentro de nosotros sí lo sabe. Sin embargo, nuestro Guía interior nos dirige solo en la medida en que le solicitemos Su ayuda – no para cosas específicas, sino para reconocer nuestra miseria y aprender que la culpa es su causa. Solo entonces podemos aprender felizmente Sus lecciones de perdón que nos llevarán a casa:
“El Espíritu Santo necesita un alumno feliz en quien Su misión pueda llevarse a cabo felizmente. Tú que eres tan partidario de la aflicción, debes reconocer en primer lugar que eres infeliz y desdichado. El Espíritu Santo no puede enseñar sin este contraste, pues tú crees que la aflicción es felicidad.” (T-14.II.1:1-3)
(4:4-7) «Pídelo y se te concederá. La convicción radica en él. Hasta que no le des la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. Mas Dios es justo.»
Estarás convencido de que las palabras de este curso son verdaderas porque funcionan; de lo contrario, permanecerán vacías. Por lo tanto, serás feliz y pacífico cuando sigas sus enseñanzas y abandones la culpa y el juicio, y, sobre todo, la arrogancia de pensar que sabes lo que está sucediendo en tu vida. El proceso, como lo hemos discutido repetidamente, es llevar tu incertidumbre a la certeza de Jesús. Esto permite que su amor gentil cure, porque al traer tu regalo de arrogancia a su regalo de paz, llegas a recibirlo. La frase «Dios es justo» significa que la verdad no te abandona porque hayas elegido contra ella; Dios no te castiga porque te hayas escapado de casa. Puesto que el «tú» «es» todos nosotros, el Amor de Dios nos abraza a todos en Su «justicia», ya que somos semejantes tanto en la ilusión como en la verdad.
(4:8) «No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar.»
Una vez más, Dios no te exige que estés seguro de la verdad. Todo lo que Él pide, a través del Espíritu Santo, es que seas consciente de que no eres feliz, y que tu falta de felicidad proviene de tu elección equivocada. Esta declaración del libro de ejercicios, por cierto, es similar a las del texto y el manual, que enseñan que estar listo no significa alcanzar la maestría.
“Estar listo es sólo el prerequisito para que se pueda lograr algo. No se debe confundir una cosa con la otra. Tan pronto como se da la condición de estar listo, también se da, en cierta medida, el deseo de querer lograr algo, si bien éste no es necesariamente un deseo indiviso. Dicha condición de estar listo no es más que el potencial para que pueda tener lugar un cambio de mentalidad…Tal vez pienses que esto implica que tiene que transcurrir mucho tiempo entre el momento en que estás listo y aquel en el que alcanzas el dominio, pero permíteme recordarte que el tiempo y el espacio están bajo mi control.” (T-2.VII.7:2-5, 9)
“Estar dispuesto, como indica el texto, no quiere decir que se haya alcanzado la maestría.”
(M-4.IX.1:10)
Por lo tanto, puedes estar listo para aprender el perdón sin haber aceptado totalmente su certeza.
(5:1) «Pide con fervor.»
Jesús te está pidiendo que realmente quieras esto, como dice más adelante en el libro de ejercicios: “Decir estas palabras [deseo la paz de Dios] no es nada. Pero decirlas de corazón lo es todo.” (W-pI.185.1: 1-2).
Se te ayuda a desear Su ayuda al darte cuenta de que estás equivocado acerca de lo que te hace feliz o estar molesto. ¡Qué simple y fácil! ¡Y sin embargo, qué difícil cuando nuestra arrogancia se interpone en el camino!
(5:2-5) «No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. Mas cuando lo hayas recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. ¿Por qué otra cosa ibas a querer intercambiarlo? ¿Qué podría inducirte ahora a dejarlo desaparecer de tu extática visión?»
No necesitas estar seguro de lo que pides, pero solo necesitas un poco de buena voluntad para que se te muestre que estás equivocado y que Jesús tiene razón. Cuando empieces a aceptar el regalo del Pensamiento de Dios, y te dés cuenta de lo bien que se siente dejar ir los resentimientos contra ti mismo y los demás, será mucho menos probable que juzgues. Sin embargo, primero debes aprender que la felicidad y la paz solo vienen cuando dejas ir el juicio, no cuando lo abrazas o intentas justificar sus ataques. Una vez que tengas tu «extática visión», nada aquí podría seducirte para alejarte de ella. Recuerda:
“No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase.” (T-3.VI.3:1)
(5:6) «Pues verlo te demuestra que has cambiado tu ceguera por los ojos videntes de Cristo, y que tu mente ha decidido abandonar la negación y aceptar el Pensamiento de Dios como tu herencia.»
Cuando nosotros, como único Hijo, elegimos al ego sobre el Espíritu Santo, negamos el Pensamiento de Dios. Continuamos negando, terminando en este mundo de fragmentación y juicio. Luego negamos que hiciéramos el mundo junto con las figuras en nuestro sueño, sin mencionar que negamos que nuestros pensamientos causen nuestro dolor y sufrimiento. Tal negación nos ha permitido ponernos la cara de inocencia y culpar a los demás por nuestra miserable condición. Para volver a plantearlo, Jesús apela a nuestros motivos egoístas diciendo que nos sentiremos mejor si hacemos lo que él dice. Sin embargo, esto no significa hacerlo simplemente porque él lo dice. Lo escuchamos porque nuestro dolor disminuirá. Sin embargo, esto tiene que sernos probado, porque no aceptamos que podamos ser felices sin los regalos de juicio y especialismo del ego.
(6:1-4) «Y ahora las dudas son cosa del pasado, el final de la jornada es indudable y se te ha concedido la salvación. Ahora el poder de Cristo mora en tu mente, para que puedas curar tal como fuiste curado. Pues ahora te cuentas entre los salvadores del mundo. Ése es tu único destino.»
Nuestro destino radica en el tomador de decisiones de la mente que elige la mente correcta en lugar de la equivocada, la fortaleza de Cristo en lugar de la debilidad del ego. En esa elección de mentalidad correcta en favor de la fortaleza, la certeza de Cristo se hace nuestra, como ya hemos visto:
“Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. Cristo no tiene ninguna duda y Su serenidad procede de Su certeza. Él intercambiará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. Su quietud se convierte en tu certeza. ¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?” (T-24.V.9)
(6:5) «¿Consentiría Dios acaso que Su Hijo permaneciese eternamente hambriento por haberse negado a sí mismo el sustento que le es menester para poder vivir?»
La respuesta del amor siempre está presente en nuestras mentes. A pesar del hecho de que nos hemos huído de él, atrincherándonos contra de él haciendo del mundo una defensa, el Amor de Dios sigue presente, totalmente ajeno a la locura que hemos hecho de él.
(6:6) «La abundancia mora en él, y la privación no puede separarlo del Amor vivificante de Dios, ni de su hogar.»
La abundancia de la que Jesús habla es el recuerdo en nuestras mentes rectas de Quién somos como el Hijo de Dios. La ilusión es que al privarnos del Amor de Dios estamos en un estado de escasez. Sin embargo, la verdad es que al privarnos de Su Amor, no tenemos «conciencia» de ello, pero el Amor todavía está allí. Volvemos a Él a través del perdón, que restaura a nuestra conciencia el Pensamiento que «tenemos» y «somos»:
“En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: Dios te ha dado todo. Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortalmente. En el lenguaje del ego, «tener» y «ser» significan dos cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. El Espíritu Santo sabe que lo «tienes» todo y que lo «eres» todo. Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de «obtener», que implica carencia, ha sido previamente aceptada. Por eso es por lo que no hacemos ninguna distinción entre tener el Reino de Dios y ser el Reino de Dios.” (T-4.III.9)
(7:1-2) «Practica hoy lleno de esperanza. Pues tener esperanzas está ciertamente justificado.»
El ego me dice que mi situación no tiene esperanza. Mi ego es tan inmenso, mi identificación corporal tan enorme, no hay forma de que pueda dejarlos ir y estar en paz. Llegamos a estas desalentadoras conclusiones solo porque buscamos una salida en el mundo. Sin embargo, cuando elegimos un instante santo y nos alejamos del mundo hacia la mente, todo parece diferente – la inversión perceptual de la figura y el fondo. Nos damos cuenta de que el mundo es solo una sombra que sirve como un aula de aprendizaje en el que aprendemos que la realidad se encuentra en nuestras mentes, en lugar de lo contrario – Dios es una sombra inexistente y la realidad es el mundo.
¡Qué percepción tan desesperanzadora!
(7:3-6) «Tus dudas no tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza. Y el Pensamiento de Él nunca está ausente. La certeza no puede sino morar en ti que eres Su anfitrión. Este curso elimina toda duda que hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él.»
Esta es una declaración explícita del propósito del Curso: no hacer que aprendamos acerca de Dios o Su Amor, sino que eliminemos las interferencias – las ilusiones y las dudas – que hemos colocado entre nosotros y Él. Este pensamiento familiar se reitera a lo largo de Un Curso de Milagros, y da comienzo al texto:
“Este curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar. Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural.” (T-in.1:6-7; italics omitted)
(8) «Contamos con Dios, no con nosotros mismos, para que nos dé certeza. Y en Su Nombre practicamos tal como Su Palabra nos indica que hagamos. Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas. Su Amor, tras cada uno de nuestros temores. El Pensamiento de Él todavía se encuentra en nuestras mentes más allá de todo sueño, tal como Su Voluntad dispone.»
Para conocer esta certeza, necesitamos la voluntad de elegir un Maestro diferente y escuchar Su Palabra, hacernos a un lado y mirar nuestras vidas como partes de un sueño que aún estamos soñando, más allá de lo cual está nuestra Identidad como el Pensamiento que Dios creó uno con Él, ya no negado sino felizmente aceptado. Esta certeza de la verdad se expresa en el poema de Helen, «His Certainty», y leemos sus alentadoras palabras como conclusión de esta lección:
«Tengo mis dudas. Todavía no creo
Tus promesas. Mi propia incertidumbre
Parece ser más evidente que mi fe.
En lo que has ordenado que debe ser Tu Hijo,
Y cómo Tu recuerdo regresa a él.
Mis pasos son vacilantes, mi confianza es débil,
Mi sentido de propósito falla. Olvido
Mi objetivo debido a las imágenes que busco,
Y deambulo en ilusiones. Sin embargo, el final
Del deambular es seguro en Tu Mente;
Lo que querrías que buscara, eso lo encontraré.»
(Los Regalos de Dios, p.32) »
~ Del libro «Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM» por el Dr. Kenneth Wapnick.
Deja una respuesta